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Experta en cáncer Sofía Merajver: Desde niña siempre quise salvar vidas

16/10/2015

La cosmopolita ciudad de Buenos Aires sirvió de laboratorio a la joven Sofía, a quién desde temprano le fascinó encontrar respuestas para ayudar a sanar a las personas.

ANN ARBOR —Sofía Merajver tenía 5 años cuando diagnosticó a su primer paciente – un tío que estaba luchando y cerca de la muerte.

La doctora Sofía Merajver, cuando tenía 5 años.

Merajver, una precoz lectora que estaba fascinada con el cuerpo humano, había estado leyendo un libro ilustrado sobre el sistema respiratorio, y acababa de terminar su estudio cuando visitó a su querido tío Julio.

Mientras los adultos discutían su condición con los médicos fuera de la habitación, Merajver comenzó a cuestionar su tío: “¿Te duele cuando inhalas o cuando exhalas? ¿Te duele más al principio o al final?”

Basada en las respuestas, y lo que había aprendido del libro, decidió que el problema estaba en el diafragma.

“Corrí a interrumpir la conversación de mis padres con los médicos para compartir mi diagnóstico. Me miraron extrañados, pero cuando lo llevaron a la sala de operaciones eso era exactamente lo que tenía”, dijo, un absceso diafragmático, la acumulación de pus en la cavidad detrás del diafragma.

“El doctor tenía la palabra complicada para ello, pero yo fui capaz de identificar qué parte del cuerpo estaba involucrado. Estaba tan emocionada. Pensé que podía tener éxitos similares todo el tiempo”, dijo la profesora de oncología médica en el Sistema de Salud de la U-M.

Fue esa experiencia, su hambre de conocimiento, el trabajo duro y la determinación implacable para buscar soluciones lo que ha ayudado a Merajver a convertirse en la científica que es hoy día.

“Eso es lo que me caracteriza como un científico de América del Sur. Soy el producto de la riqueza intelectual, no de la riqueza material”, dijo Merajver.

Merajver dirige un equipo multidisciplinario que estudia cómo las células cancerosas se diseminan a través del cuerpo, considerado la próxima frontera en investigación del cáncer de acuerdo a este artículo publicado esta semana: http://myumi.ch/6w4lw

“Cuando me mudé a los Estados Unidos, todo el mundo pensó que yo era muy pobre. Por supuesto que no tenía dinero, pero nunca me consideré pobre”, agregó.

Merajver tiene un doctorado en física, un título de médico con especialización en oncología y es el director médico del  Programa de Evaluación de Riesgos de Cáncer de Mama y Ovarios del Centro de Cáncer de la U-M.

“En la investigación, yo utilizo el mismo razonamiento que he usado como cuando niña. Siempre trato de encontrar la verdad y tratar de entender las cosas en profundidad”, dijo.

Infancia en Buenos Aires

Merajver creció en una familia muy unida en la capital de Argentina, Buenos Aires. Su padre, Abraham Merajver, había empezado sus estudios en medicina pero los dejó para convertirse en abogado, aunque en el fondo de su alma era escritor. En el pequeño apartamento de la familia, su padre sería la sede de los intelectuales más prominentes de su época, incluyendo los escritores Carlos Mastronardi, Julio Cortazar y Bernardo Verbitsky.

Él y su madre, Rebeca Rotman, habían estado casados durante mucho tiempo antes de tener hijos para poder viajar. Rebeca tenía 40 años cuando nació Sofía.

“Mi padre era un bohemio. Él escribía obras de teatro y jugaba ajedrez, y de vez en cuando trabajaba como abogado. Pero incluso entonces, se sentía mal por la gente que estaba peor que nosotros. Le pagaban con pollos, codornices. Mi mamá le decía: “Diles que te paguen con dinero,” recuerda Merajver. ‘No teníamos congelador, así que había que comerlos de inmediato “.

A pesar de que no ser ricos, tampoco eran pobres. No tenían un televisor, pero tenían una amplia y bien abastecida biblioteca. Fue en ese ambiente, rodeada de intelectuales y teniendo que permanecer en silencio cuando su padre se reunía con clientes, que Merajver se convirtió en un ratón de biblioteca. A los 5, asistió a una jornada de jardín infantil y decidió que no estaba destinada a estar allí.

“Regresé y le dije a mi mamá que no me gusta. Era tan aburrido”, dijo recordando cómo los estudiantes debían colorear libros cuando lo que ella quería era leer. “Así que me quedé en casa. Teníamos libros, mis padres pedían libros de historia y geografía prestados. Yo sabía todos los nombres de los ríos de Europa, las montañas en África, no es el tipo de cosas que la mayoría de los niños de esa edad sepan,” dice.

Convirtiéndose en científico

En la escuela, sus maestros notaron su hambre por el conocimiento y le daban tarea adicional. La biblioteca de la ciudad, la plaza del barrio, se convirtieron rápidamente en su laboratorio.

“Al ser tan joven y estar tan segura de que quería ser una científica, básicamente alisté la ayuda de todos los involucrados en mi educación hacia ese objetivo”, dijo. “En cada paso del camino, me encontré con tremenda tutoría, la gente me animaba a seguir mis propias ideas. Si quieres ser un científico, no hay nada mejor que eso.”

Cuando tenía 15 años, se preparaba para sus exámenes de ingreso a la universidad, mientras que tomaba turnos con su madre y hermana para cuidar a su padre, quién tenía un cáncer terminal de pulmón y moriría un año después.

Se matriculó en la Universidad de Buenos Aires para estudiar matemáticas y física, trabajando durante el día y asistiendo a clases de noche. Sin embargo, un par de años más tarde, el malestar social que caracterizó los mediados de la década de 1970 en Argentina serían demasiado para ella.

Decidió que si iba a convertirse en un científico, tendría que irse del país a un lugar donde las clases no fueran suspendidas día por medio y donde no temiera que la violencia estallara en cualquier momento.

Dejando a su madre y a su hermana atrás, se fue a estudiar a la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, con una maleta llena de libros en una mano y una bolsa de ropa en la otra.

Con lágrimas en los ojos, recordó el momento en que se despidió del país que todavía ama tanto, dejando a su madre recientemente enviudada atrás.

“Esa tragedia de abandonar la casa, dejándolo todo, abandonando a mi mamá después de que mi padre había fallecido, fue una cosa terrible que hice. No fue fácil y ella me apoyó, por supuesto, pero fue terrible para ella. No teníamos dinero para que ella viniera de visita, nada”, dice ella, una sombra de culpa asomando en sus ojos por un momento.

Un año más tarde, su madre moriría de un infarto cuando Merajver tenía 20.

“Nunca más la ví”, dijo.

En la Universidad de Maryland, Merajver obtuvo  doctorado en física y después comenzó a trabajar en Laboratorio de Investigación Naval en Washington, D.C.

Pero después de un par de años se dió cuenta de que iba a salvar vidas, la física y matemáticas no serían suficiente.

“Sentí que una gran parte del trabajo que yo quería hacer estaba en la intersección de la ciencia física y la biología y la medicina, y aunque estaba muy contenta con mi ciencia no pensé que iba a ver una aplicación a los pacientes, a seres humanos, en mi vida a menos que también siguiera una carrera en medicina.

Merajver pasó los próximos 12 años estudiando medicina y oncología en la Universidad de Michigan.

Descubriendo, e inventando, el futuro de la guerra contra el cáncer

Las cosas han cambiado mucho desde que Merajver comenzó a pensar acerca de convertirse en un científico. En el pasado, los científicos trabajaban en silos, pero ahora dependen de sus  equipos multidisciplinarios para resolver problemas complejos. Para Merajver, su educación en física, matemáticas y medicina han demostrado ser útil en la navegación y liderando estos equipos.

En Universidad de Michigan, Merajver ha centrado su trabajo en la medicina traslacional — traduciendo hallazgos científicos en herramientas y medicinas aplicables a seres humanos. Se ha centrado en el área de la genética molecular del cáncer de mama a nivel mundial, particularmente en Estados Unidos y África. En 1995, fundó y actualmente dirige el Programa de Evaluación de Riesgo de Cáncer de Ovario y de Mama en la U-M y es el líder científico del Programa de Oncología de Mama.

A principios de este año, el grupo multidisciplinario con el cual está trabajando anunció el desarrollo un dispositivo para estudiar las células cancerosas de gran movilidad , que los científicos esperan le permita conocer cómo las células cancerosas negocian los entornos físicos y químicos en el cuerpo, y eventualmente saber cómo pararlas.

Merajver dice que para resolver esto, ella continúa utilizando algo que aprendió a los 5 años.

“Todo se remonta a mí sentada a la cama de mi tío, y utilizando  razonamiento para encontrar la manera de salvar su vida.”

Sofía Merajver bio

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